Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/367

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
361
QUO VADIS

beza la corona de un triunfador de Circo, su figura descollaba sobre los cortesanos y el pueblo. Se diría un gigante.

Sus enormes brazos, extendidos hacia adelante y asidos de las riendas, parecían estar bendiciendo á la multitud.

Se advertía una sonrisa en su semblante y en sus ojos entrecerrados; brillaba por sobre aquella inmensa agrupación de pueblo como un sol ó como una deidad terrible, pero dominante y poderosa.

A intervalos deteníase para contemplar con más atención á alguna doncella cuyo seno había empezado á contraerse por las llamas, ó el rostro de algún niño que se retorcía convulsivamente; y en seguida proseguía su marcha, llevando tras de si un séquito excitado y turbulento.

A intervalos saludaba al pueblo; en seguida se volvía un momento, retenía las doradas riendas y hablaba á Tigelino.

Por último, cuando hubo llegado hasta la gran fuente que había en el centro de dos calles que se cruzaban, bajó de la cuádriga y haciendo una señal á sus acompañantes, se mezcló entre la multitud.

Fué acogido con aplausos y aclamaciones.

Las bacantes, las ninfas, los senadores y augustianos, los sacerdotes, los faunos, los sátiros y soldados le rodearon al punto, formando en torno suyo un círculo lleno de animación; pero él, llevando á Tigelino de un lado y á Chilo en el otro, siguió á pie por la orilla de la fuente, cerca de la cual estaban á la sazón ardiendo algunas decenas de antorchas humanas.

Deteniéndose delante de cada una de ellas, empezó á hacer observaciones acerca de las víctimas á burlarse del viejo griego en cuyo semblante se pintaba una desesperación sin límites.

Por último hizo alto delante de un elevado mástil, decorado con hiedra y mirto.

Las rojas lenguas de fuego á la sazón habían llegado sólo hasta las rodillas de la víctima; mas era imposible ver