Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/380

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
374
QUO VADIS

terminad á los cristianos, si queréis; pero creedme: no podréis luchar con su divinidad. Con ella no es posible chancearse. Ved lo que está sucediendo. Yo no he incendiado á Roma; pero si el César lo permitiese, ofrecería inmediatamente una hecatombe á esa divinadad. Y todos vosotros debiérais hacer lo mismo, porque, os lo repito: con ella no es posible chancearsel Tened presentes mis palabras.

—Y yo algo más os he dicho,—agregó Petronio.—Tigelino rió el otro día cuando aseguré que estaban armándose. Y ahora os agrego: están triunfando.

—¿Cómo es eso? ¿Cómo es eso?—preguntaron muchas voces.

—¡Por Pólux! ¡Así es! Porque si un hombre como Chilo no ha podido resistirles, ¿quién será capaz de ello? Si os imagináis que después de cada uno de estos espectáculos no ha de seguir aumentando el número de cristianos, tomad el oficio de herreros ú ocupáos afeitar barbas, pues entonces acaso logréis imponeros mejor de lo que piensa el pueblo y de lo que está pasando en la ciudad.

—¡Dice la pura verdad, por el sagrado peplo de Dianal —exclamó Vestinio.

Entonces Barco, volviéndose á Petronio, preguntó: —¿Qué opinas tú en conclusión?

—Concluyo por donde habéis empezado vosotros: opino que ya se ha derramado bastante sangre.

Tigelino le miró con aire burlón, y dijo: —¡Eh!... ¡Todavía hace falta otro poco!...

—Si tu cabeza no basta, veo que en tu bastón hay otra, —contestó desdeñosamente Petronio.

Esta conversación se vió interrumpida por la llegada del César, quien fué á ocupar su sitio en compañía de Pitágoras.

Inmediatamente después dióse principio á la representación de Aureolus, á la cual no se prestó gran atención, porque el mo de los concurrentes hallábase preocupado en Chilo.