no quisieras ir». Por tanto, es menester que yo siga á mi rebaño.
Y como ambos jóvenes no comprendieran la significación de aquellas palabras y guardaran silencio, agregó: —Mi labor ya se aproxima á su término; y he de encontrar mi bienestar y mi descanso tan solo en la casa del Señor.
Y volviéndose á ellos, dijo en seguida: —Acordaos de mí, porque os he amado como ama un padre á sus hijos; y cuanto emprendais en la vida, hacedlo para gloria de Dios.
Y dichas estas palabras, alzó sus manos temblorosas de anciano y les bendijo; y ellos permanecieron postrados bajo su ala, presintiendo que acaso fuera aquella la postrer bendición que de él recibirían.
Empero, había resuelto el destino que todavía le volviesen á ver una vez más.
Algunos días después, Petronio trajo terribles nuevas del Palatino. Habíase allí sabido que uno de los libertos del César era cristiano; y en poder de este hombre se ha bían encontra lo cartas de los Apóstoles Pedro y Pablo, y otras de Santiago, Juan y Judas.
La presencia de Pedro en Roma había llegado oportunamente á conocimiento de Tigelino, pero el prefecto habia creído que el Apostol hubiera perecido en unión de los millares de cristianos ya sacrificados.
Y ahora vino á saberse que los dos caudillos de la nueva fe se hallaban vivos y aun estaban en la capital.
Habíase, en consecuencia, resuelto apoderarse de ellos á toda costa, porque se esperaba que con su muerte quedaría estirpada la raíz de aquella odiada seeta.
Petronio había oido decir á Vestinio que el César en persona había dado orden de llevar á Pedro y á Pablo á la Cárcel Mamertina dentro del término de tres días, y que se habían enviado destacamentos enteros de pretorianos á registrar una por una tedas las casas del Trans—Tíber,