Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/442

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
434
QUO VADIS

el mundo no haya visto jamás una casa parecida, pero con seguridad no habrá sido jamás testigo antes de tamaña injusticia.

»Tú conoces á Carinas. Chilo fué igual á él, hasta que redimió su vida con su muerte. Pero, á las ciudades que se hallan cercanas á la nuestra no han llegado todavía sus secuaces, porque en ellas no hay templos, ni tesoros.

»Me preguntas si aquí estamos fuera de peligro. Contesto que aquí estamos fuera de preocupaciones, eso te baste.

»En este momento, y desde el pórtico bajo el cual estoy escribiéndote, contemplo nuestra mansa bahía, y en ella veo en un bote á Ursus tendiendo una red en sus límpidas aguas.

»Mi esposa se halla cerca de mí, devanando lana roja, y en los jardines, á la sombra de los almendros, cantan nuestros esclavos.

«Oh, qué tranquilidad, carissime, y qué olvido de pasados sufrimientos y terrores!

»Mas, no son las Parcas, como tú lo escribes, quienes hilan y devanan de tan grata manera el hilo de nuestras vidas; Cristo, nuestro amado Salvador y Dios, es quien nos bendice y nos proteje. Conocemos las lágrimas y los pesares, porque nuestra religión nos enseña á llorar las ajenas desventuras; pero en estas lágrimas hay un consuelo que tú no conoces, porque, cuando llegue el término de nuestra vida, nos iremos á reunir á todos esos seres queridos que han perecido y siguen pereciendo aún por su amor á á la divina verdad.

Para nosotros, Pedro y Pablo no han muerto; simplemente han renacido á la gloria. Nuestras almas les ven, y en tanto que nuestros ojos lloran, nuestros corazones rebosan del júbilo que están ellos disfrutando.

»10 mi querido amigo! Somos felices, y la, nuestra es una felicidad que nada podrá destruir, puesto que la muerte, que para ti es el fin de todas las cosas, para nos-