Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/445

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
437
QUO VADIS

nuestras montañas, olorosas de tomillo, á nuestros olivares sombrosos, á nuestras riberas orladas de hiedra.

»Te aguardan aquí una paz que no has conocido en mucho tiempo y corazones que te aman sinceramente.

Y tú, que tienes un alma noble y buena, debieras de ser feliz.

»Tu clara percepción, como ninguna, es apta para recocer la verdad y para amarla una vez reconocida.

»Ser enemigo de ella, como César y Tigelino, es posible, pero á nadie puede serle indiferente.

¡Oh, Petronio mío! A Ligia y á mí nos asiste la consoladora esperanza de verte luego.

»Consérvate bien, sé feliz, y ven á nosotros.» Petronio recibió esta carta en Cumas, á donde había ido con otros augustanos acompañando al César.

Su lucha de largos años con Tigelino, aproximábase á su término.

Petronio sabia ya que debía caer vencido en aquella contienda, y comprendía muy bien por qué. Como el César descendía cada día más á los papeles de comediante, bufón y auriga; como cada día hundíase más en el lodazal de una grosera, enfermiza y abyecta disipación, aquel exquisito árbitro del buen gusto empezaba á ser para él una simple carga.

Aun cuando Petronio guardaba silencio, Nerón veía un agravio en tal silencio; y cuando el árbitro elogiaba, al César antojábasele traslucir el ridículo al través de sus elogios.

Aquel brillante patricio mortificaba su amor propio y mantenía en acecho su envidia.

Y sus riquezas y sus espléndidas obras de arte habían llegado también á ser objeto de codicia, tanto para el gobernante como para su todopoderoso ministro.

Hasta entonces habíase perdonado la vida á Petronio solamente en vista del viaje á Acaya en perspectiva, en el cual viaje su buen gusto, su profundo conocimiento de