Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/464

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
454
QUO VADIS

Y agregaba que sus gloria.

primeros deberes eran el arte y la Pero, cuando por fin llegaron las noticias de que Vindex le había declarado un artista detestable, saltó bruscamente de su ensimismamiento y se movió hacia Roma.

Las heridas infligidas por Petronio, y cicatrizadas durante su permanencia en Grecia, volvieron á abrirse en su corazón y quiso que el Senado le compensara de tan inaudita injusticia.

En su viaje de regreso vió un grupo fundido en bronce que representaba á un guerrero galo vencido por un caballero romano. Juzgó que ese grupo era un augurio favorable, y desde entonces cada vez que hablaba de las legiones sublevadas y de Vindex sólo era para ridiculizarlas.

Su entrada en la ciudad sobrepujó á todo lo que hasta entonces hubiérase visto.

La efectuó en un carro que había usado Augusto en su entrada triunfal. Un arco del Circo fué demolido á fin de abrir calle á la comitiva. El Senado, los caballeros y multitud de pueblo fueron á su encuentro; las murallas se estremecían á los gritos de: «Salve, Augusto! ¡Salve, Hércules! ¡Salve divinidad, el incomparable, el Olímpico, el Pitio, el inmortal!

Detrás de él eran conducidas las coronas que había conquistado, los nombres de las ciudades en que había triunfado; y sobre tablas venían inscriptos asimismo los nombres de los maestros á quienes había vencido.

El propio Nerón venia ébrio de placer, y lleno de emoción, preguntaba á los augustianos que iban á su lado: —¿Qué fué el triunfo de Julio, comparado con este triunfo?

Y la idea de que algún mortal osara levantar la mano sobre semejante semidiós, no entraba en su cabeza.

Sentiase, realmente, olímpico, y por consiguiente, seguro.