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QUO VADIS

vistiera de luto y hablara al Senado, ¿podría éste resistir á sus súplicas y á su elocuencia? Si desplegara todo su poder de persuación, su retórica y sus talentos de actor, ¿habría alguien que en la tierra pudiese resistirle? ¿No le darían, entonces, siquiera la prefectura de Egipto?

Los libertos, acostumbrados á prodigarle sus adulaciociones, no tuvieron aún la entereza bastante para darle una esplicita negativa; limitáronse tan solo á prevenir que antes de que hubiese llegado al Foro, el pueblo le habría hecho pedazos; y le declararon que si no montaba inmediatamente á caballo le abandonarían ellos mismos.

Faonte le ofreció asilo en su casa de campo situada fuera de la Puerta Nomentana. Al cabo de algunos momentos montaron sus caballos y cubriendo á Nerón la cabeza con un manto se dirigieron á galope hacia el extremo de la ciudad.

La noche agonizaba ya.

Y en las calles había un movimiento que demostraba la indole excepcional de la situación.

Los soldados, ora solos, ora en pequeños grupos, hallábanse diseminados por toda la ciudad. No lejos del campamento, el caballo del César dió un brusco salto á la vista de un cadáver. Cayósele entonces de la cabeza el manto á Nerón; un soldado le reconoció, y confundido ante encuentro tan inesperado, le hizo el saludo militar.

Al pasar por el campamento de los pretorianos escucharon aclamaciones atronadoras en honor de Galba.

Y Nerón hubo de comprender por fin que la hora de la muerte se acercaba para él.

El terror y los remordimientos le asaltaron entonces.

Y declaró que veía una sombra delante de sus ojos en la forma de una obscura nube.

De esa nube se destacaban rostros en los cuales distinguió á su madre, á su mujer y á su hermano.

Castañeteábanle de terror los dientes; y sin embargo su