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QUO VADIS

rrieron esmeradamente y lo cubrieron de flores y espigas de pino. Entre aquella multitud, decíanse algunos al oído con aire ufano, que todo el camino hasta Ancio, sería alfombrado así de flores procedentes de los jardines privados de los alrededores, ó compradas á subido precio á los mercaderes de la Porta Mugionis (1).

A medida que transcurrían las horas de la mañana, ibanse volviendo más y más densas las multitudes de pueblo. Algunos habían venido con todos los miembros de sus familias, y á fin de interrumpir la monotonía de los momentos de espera, extendían sus provisiones sobre las piedras destinadas á servir de cimiento al nuevo templo de Ceres, y hacían los honores á su prandium al aire libre.

Aquí y allí formámanse grupos en los que tomaban la voz individuos ya versados en viajes; y hablaban del que iba á hacer ahora el César, y de sus viajes futuros, y en general, explotaban ese tema de actualidad.

Marineros y soldados veteranos, referían á su vez, maravillas acerca de lo que en sus campañas á regiones remotas, oyeran decir de países que no habían sido aún hollados por el pie de un romano. Y aquellos de los habitantes de Roma, que jamás habian ido más allá de la Via Apia, escuchaban con atónita curiosidad narraciones de la India, de la Arabia, de los archipiélagos que rodeaban la Bretaña, y en los cuales, en una pequeña isla que habitaban los espíritus, Briareo (2) había aprisionado durante su sueño á Saturno. Y escuchaban también historias de las regiones hiperbóreas, en donde había mares helados, y de los silbidos y rumores que daba al aire el océano cuando el sol se hundía en él como á tomar su baño. Y las consejas de este género hallaban fácil acceso entre la plebe, lo cual no era de extrañar, puesto que las creían hombres como Tácito y Plinio.

(1 Puerta de Roma que tomó el nombre del romano Mugio, que la había defendido. M. Terencio Varro dice que tomó su dominación de la voz mugitus, mugido, porque por ella se sacaban los bueyes á pastar.

(2) Gigante que tenía cien brazos.