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QUO VADIS

Petronio encogióse de hombros y dijo: —Bah! No hay en él de filósofo ni siquiera por valor de un sestercio. Jamás creo que podré hacer un hombre de este hijo de Marte.

—Ya están en las Carenas.

Y en efecto, venían ya torciendo hacia el barrio de las Carenas. Los esclavos llamados lampadarii (1) iban delante; otros, llamados pedisequi (pajes de á pie) marchaban á ambos lados de la litera. Inmediatamente detrás iba Atacino vigilando la marcha. Se movían con lentitud, porque las lámparas indicaban malamente el camino en un sitio que no estaba alumbrado. Las calles cercanas al palacio hallábanse desiertas; aquí y allí uno que otro hombre movíase, linterna en mano, pero más adelante notábase en el trayecto una multitud extraordinaria. Casi desde todas las calles circunvecinas afluían á la sazón grupos de tres y de cuatro individuos con sendas lámparas y envueltos en obscuros mantos. Algunos de esos individuos se iban agregando á la comitiva de la litera y mezclándose con los esclavos acompañantes; otros, en mayor número, venían en opuesta dirección. Algunos se tambaleaban, como si fueran ébrios. Por momentos hacíase tan difícil adelantar, que los lampadarii gritaban: —Paso al noble tribuno Marco Vinicio!

Ligia iba notando al través de las cortinas entreabiertas, cómo aumentaban los grupos de transeuntes, y temblaba de emoción. Había momentos en que sentíase dominada por la esperanza: en otros asaltábala el temor.

—¡Ese es éll... ¡ese es Ursus y los cristianos! ¡Ahora sucederá lo previstol—se dijo luego con los labios temblorosos. ¡Oh, Cristo, ayúdame! ¡Oh, Cristo, sálvamelagregó.

El mismo Atacino, que al principio no había reparado (1) Lampadarium. El que lleva el hacha delante del magistrado ó gran señor,