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QUO VADIS

cantidad de judíos y se prometió que á su regreso los haría torturar hasta que le confesaran este secreto. Empero, procurábale mayor deleite el pensar en la espada romana corta, que hace manar un torrente de sangre como el que había brotado del pecho de Cayo Calígula y dejado manchas indelebles en las columnas del pórtico. Se hallaba dispuesto al esterminio de Roma entera; y si los dioses de la venganza le hubieran prometido que todo el mundo moriría, exceptuados él y Ligia, hubiera de buen grado acogido tal promesa.

Frente ya al arco de palacio, recobró su presencia de ánimo y pensó, á la vista del guardia pretoriano: —Si oponen la menor dificultad á mi entrada, probarán con ello que Ligia se halla en palacio por la voluntad del César.

Pero el primer centurión le acogió con amable sonrisa y luego, dando algunos pasos hacia él, dijo: —Salud, noble tribuno. Si deseas presentar tus homenajes al César, no has venido en momento propicio; paréceme imposible el que te sea permitido ahora verle.

—¿Qué ha sucedido?—preguntó Vinicio..

—La infanta Augusta cayó enferma repentinamente ayer. El César y la Augusta Popea la estén atendiendo, rodeados de médicos que han hecho acudir de todas partes de la ciudad.

Este era un suceso importante. Cuando le nació esa hija, el César volvióse loco de alegría y la recibió con extra humanum gaudium (extra humano gozo). Anteriormente el Senado había encomendado á los dioses, con la mayor solemnidad, el vientre de Popea. Se hizo una ofrenda votiva en Acio, ciudad donde se verificó el alumbramiento; celebráronse juegos espléndidos y además fué erigido un templo á las dos Fortunas. Nerón, incapaz de ser moderado en cosa alguna, cobró á la criatura un amor sin límites; para Popea era también muy querida la niña, con tanto