Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/146

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
138
QUO VADIS

no está ella en palacio y que no ha sido el César quien te la ha interceptado. La infanta Augusta se halla enferma desde ayer y Nerón no se ha movido de su cuna.

Vinicio respiró. Aquello que había considerado como la parte más terrible de la prueba por que estaba pasando, cesaba ya de amenazarle.

—Ahl entonces,—dijo sentándose en el banco y apretando los puños, entonces ha sido Aulio el raptor; y en ese caso, jay de él!

—Aulio Plaucio estuvo aquí esta mañana. No me encontró, pues me hallaba á la sazón ocupada con la niña; más, preguntó por Ligia á Epafrodito y á otros sirvientes del César y les dijo que volvería á verme.

—Desea alejar de sí las sospechas. Si no supiera lo que ha sucedido, habría ido á buscar á Ligia á mi casa.

—Dejó escritas unas cuantas palabras en una tabla; por ellas verás que, habiendo sabido que Ligia había sido sacada de su casa por el César, á petición tuya y de Petronio, él esperaba que te sería enviada; y esta mañana temprano estuvo en tu casa, donde le participaron lo que había ocurrido.

Y dicho esto, se dirigió al cubiculum y volvió luego con la tabla que había dejado Aulio.

Vinicio la leyó y guardó silencio; Actea pareció entre tanto haber leido los pensamientos que se ocultaban tras de su tétrico semblante, porque dijo al cabo de unos momentos: —No, Marco. Lo sucedido se ha verificado por la voluntad de la misma Ligia.

—¡Era de tí sabido, entonces, que ella se proponía huir!

—prorrumpió Vinicio.

—Yo sabía que ella no sería nunca tu concubina.

Y Actea le clavó una mirada un tanto severa de sus casi anublados ojos.

—¿Y tú?...—exclamó Vinicio,—¿qué fuiste durante tu vida entera?