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QUO VADIS

—Escúchame, Marco. Ayer, Ligia y yo nos hallábamos en los jardines de palacio. Allí encontramos á Popea con la infanta Augusta, que era conducida por una africana, Lilith. Por la tarde cayó enferma la niña, y Lilith sostiene que ha sido hechizada; y que la mujer extranjera con quien Popea y ella se encontraron en los jardines fué la causante del maleficio. Si la niña mejorase, quedará esto olvidado; pero en el caso contrario, Popea será la primera en acusar á Ligia de hechicería, y donde quiera que se la encuentre, no habrá salvación para ella.

Sucedióse un instante de silencio; luego, Vinicio dijo: —Pero quién sabe si es verdad que ha hechizado á la niña, y me ha hechizado á mi...

— Lilith repite que la niña empezó á llorar desde el momento en que pasó frente á nosotros. Y realmente la niña empezó entonces á llorar. Lo cierto es que estaba enferma cuando la llevaron fuera de los jardines. Marco: puedes buscar á Ligia cuando y donde te plazca, pero hasta tanto no haya recobrado la salud la infanta Augusta, no hables de tu amada al César, si no quieres atraer sobre ella la venganza de Popea. Los ojos de Ligia han derramado ya bastantes lágrimas por tu causa: plegue á los dioses conservar su pobre cabeza.

—¿Tú la amas, Actea?—preguntó Vinicio con acento melancólico.

—Sí, la amo,—contestó Actea.

Y en los ojos de la liberta brillaron las lágrimas.

—Tú la amas porque no te ha correspondido con odio, como á mí.

Actea le miró por algunos instantes cual si vacilara, ó quisiera descubrir en su fisonomía si hablaba con sinceridad; en seguida, exclamó: —Hombre ciego y apasionado!... ¡Ella te amabal Al escuchar estas palabras, Vinicio dió un brusco salto, cual si fuera un poseso.

—¡No es ciertol—gritó.