Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/152

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
144
QUO VADIS

á Plaucio ver á Actea, hábía venido á pedirla noticias.

Mas al ver á Vinicio, volvió hacia él su pálido y delicado semblante y dijo, tras de breve pausa: —Que Dios te perdone, Marco, el daño que nos has hecho á nosotros, y á Ligial El se mantuvo de pie, inclinada la cabeza, dominado por un sentimiento de culpabilidad y de infortunio y sin comprender todavía lo que Dios debía ó podía perdonarle.

A su juicio, Pomponia no tenía razón para hablar de perdón; debía clamar por Venganza.

Por fin salió, con la cabeza desprovista de todo certero designio, y llena de ideas mortificantes, de un inmenso desatiento y una confusión insólita.

En el patio y debajo de la galería veíanse á la sazón grandes grupos de gente llena de ansiedad.

Entre los esclavos de palacio se hallaban caballeros y senadores que habían venido á tomar informes acerca de la salud de la infanta y al mismo tiempo á mostrarse en el Palatino y dar un testimonio de su solicitud, aun cuanuo tan solo fuera en presencia de los esclavos de Nerón.

Era evidente que se había esparcido con mucha rapidez la noticia de la enfermedad de la «divina», pues á cada momento veíanse nuevos rostros delante de la puerta y aumentaban los grupos que se habían formado en la arcada.

Algunos de los recien llegados, notando que Vinicio venía del palacio, le asaltaron en demanda de noticias; pero él apresuró el paso sin contestar á nadie, hasta que Petronio, que también había venido con el propio objeto, casi se estrelló contra el pecho de Vinicio al detenerlo.

Es indudable que el joven se habría puesto fuera de si á la vista de Petronio y llegado hasta perpetrar quién sabe qué acto de violencia en el palacio del César, á no ser por la circunstancia de que al separarse de Actea sentíase tan trastornado, tan deprimido y exhausto, que por el momento hasta su ingénita irascibilidad le abandonaba. Em-