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QUO VADIS

Vinicio, que también era supersticioso, miró á Petronio con expresión de súbito y profundo terror, y dijo: —Si Ursus no ha podido disponer de otros hombres que le avxilien, y era incapaz de llevarse á Ligia solo, ¿quién ha podido arrebatarla?

Petronio replicó riendo: —Mira: ellos te creerán, puesto que tú casi lo has creído ya. Tal es nuestra sociedad, esa que ridiculiza á los dioses. Así, pues, ella también lo habrá de creer y no volverá á preocuparse de Ligia. Entre tanto la llevaremos lejos, á cualquier punto apartado de Roma, ó á cualquiera casa de campo mía ó tuya.

—Pero, ¿quién ha podido ayudarla?

—Sus correligionarios, contestó Petronio.

—¿Quiénes son? ¿Cuál es la deidad que ella adora?

—Casi todas las mujeres de Roma rinden culto á deidades distintas. Me parece fuera de duda que Pomponia la habrá educado en la religión de la deidad, que ella misma adora: cual sea esa deidad no sabría decirlo. Una cosa hay cierta: nadie la ha visto ofrecer á nuestros dioses sacrificios en templo alguno. Hasta ha habido quien la acusara de ser cristiana; pero eso no es posible; un tribunal doméstico la eximió del cargo. Dicen que los cristianos, fuera de rendir culto á la cabeza de un asno, son los enemigos de la raza humana y permiten los crímenes más detestables. Es imposible que Pomponia sea cristiana, porque su virtud es notoria, y una enemiga de la humana raza no podría tratar como ella á los esclavos.

—En ninguna casa romana les tratan como en la de Aulio,—interrumpió Vinicio.

—[Ahl Pomponia me hizo una vez mención de un dios, que debe ser poderoso y clemente. Si por ese dios ha desterrado ella á los demás, muy dueña es de hacerlo; baste saber que ese Logos (verbo, espíritu,) no puede ser muy poderoso, mejor dicho, ha de ser un dios muy débil. Ya ves, no tiene sino dos secuaces—Pomponia y Ligia—y