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QUO VADIS

po mujeres de espléndidas formas. No me contradigas. Yo sé lo que es el amor, y comprendo que mientras se desea una mujer, no hay quien pueda ocupar su sitio. Pero en una bonita esclava es posible hallar, aun cuando más no sea, una momentánea distracción.

—No la necesito, dijo Vinicio.

Pero Petronio, que sentía por él verdadero afecto y deseaba suavizar sus dolores, se puso á meditar acerca de la mejor manera de conseguirlo.

—Acaso tus esclavas no tengan ya para tí el encanto de lo novedad, dijo después de algunos instantes.

Y entonces empezó á examinar alternativamente á Iras y & Eunice. Por último, tocó en la cadera, con la palma de la mano á Eunice, la de los cabellos de oro.

—¡Mira esta Gracial—exclamó.—Por ella hace pocos días Fonteyo Capiton, el joven, ofreció tres hermosísimos muchachos de Clazomene.

Figura más perfecta que la suya no ha esculpido ni el propio Escopas. Puedes creer que yo mismo no me explico por qué razón he permanecido indiferente ante ella hasta ahora, desde que el pensamiento de Crisotemis no bastaría por sí solo para impedirmelo. Pues bien, te la doy; ¡tómala para til Cuando la rubia Eunice hubo escuchado estas palabras, púsose pálida, y mirando á Vinicio con ojos llenos de zozobra, pareció aguardar su respuesta alentando apenas.

Pero el joven, irguiéndose de repente y apretándose las sienes con las manos, como un hombre torturado por la enfermedad, y que nada quiere escuchar, dijo: —¡No, no! ¡No la quiero! No quiero tampoco á las otras.

Te lo agradezco, mas no la necesito. Buscaré á Ligia por toda la ciudad. Ordena que me traigan una capa gálica con capucho. Voy á llegar hasta allende el Tiber, aun cuando me sea dado ver tan solo á Ursus.

Y se apresuró á salir. Petronio, viendo que era imposi-