Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/160

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
152
QUO VADIS

ble para el joven permanecer en un solo sitio, no intentó detenerlo. Empero, tomando su negativa como una aversión temporal por todas las mujeres á excepción de Ligia y no deseando que su magnanimidad resultase infructuosa, dijo volviéndose á la esclava: —Eunice, te bañarás, ungirás y vestirás, y luego has de marcharte á casa de Vincio.

Pero ella se echó á sus pies y juntas las manos imploró á Petronio que no la alejara de su casa. Ella no iría á casa de Vinicio. Prefería que Petronio en la suya la destinase al acarreo de combustible para el hypocaustum (la estufa) á ser primera sirvienta en casa de Vinicio. No queria, no podía ir, y le rogaba que tuviera piedad de ella. Bien podía ordenar que la flajelaran diariamente, con tal que no la despidiera.

Y temblando como una hoja, por el temor y la emoción, extendió las manos hacia Petronio, quien habiala estado escuchando con verdadero asombro. Era cosa tan insólita en Roma el que una esclava osara pedir se la eximiera de cumplir una orden llegando hasta decir: «no quiero y no puedo, que Petronio al principio no dió crédito á sus oídos. Finalmente frunció el ceño. Era hombre de maneras demasiado refinadas para mostrarse cruel. Sus esclavos, especialmente en lo relativo á distracciones, disfrutaban de mayor libertad que otros, pero á condición de hacer su servicio de una manera ejemplar y de rendir homenaje á la voluntad de su amo como á la de un dios.

Mas, en caso de faltar á cualquiera de estas dos reglas, no podía él prescindir de aplicarles el castigo á que con arreglo á la costumbre general se hallaban sugetos. Y como por otra parte era insoportable para él toda oposición ó contrariedad que viniese á perturbar su reposo, contempló un instante á la arrodillada joven y dijo luego: —Llama á Tiresias y vuelve con el.

Levantóse Eunice temblorosa, llenos de lágrimas los