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QUO VADIS

aire, más perfecto vuelve á los séres, y de lo más cálido arrancan su origen las almas de los sabios.

Y desde que los otoños son frios, un sabio de genuina estirpe ha de calentar su alma en vino; y ¿por ventura querrías tú ¡oh, señor! impedir que un cántaro lleno,aún cuando fuera del jugo que se produce en Capua ó Telesia,—llevara calor á todos los huesos de un perecedero cuerpo humano?

— Chilo Chilonides, ¿cuál es el lugar de tu nacimiento?

—Nací en el Ponto Euxino. Soy oriundo de Mesember.

—Oh Chilo. Tú eres grande!

—Y desconocido,—dijo el sabio con aire pensativo.

Vinicio, entre tanto, volvió á impacientarse. Ante la perspectiva de la esperanza que acababa de irradiar á su vista, deseaba que Chilo se hubiera puesto incontinenti á la obra. De ahí que toda esa conversación antojábasele simplemente ociosa y propia solo para malgastar el tiempo, razón por la cual se hallaba incómodo con Petronio.

—¿Cuando comenzarás tus investigaciones?—preguntó dirigiéndose al griego.

—Las he comenzado ya,—contestó Chilo.—Y aún cuando ahora me encuentro aquí, respondiendo á tu afable pregunta, no creas que dejo de proseguir mis pesquisas.

Eso sí, ten confianza, venerado tribuno, y sabe que si hubieras de perder el cordón de tu sandalia, yo encontraría ese cordón ó encontraria á la persona que en la calle lo hubiese recogido.

—¿Te has ocupado antes en servicios de este género?preguntó Petronio.

El griego alzó la vista y dijo: —En el día estiman los hombres en demasiado poco la virtud y la sabiduría, para que un filósofo no se vea en la necesidad de buscar otros medios de subsistencia.

—¿Cuáles son tus recursos?