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QUO VADIS

Saberlo todo y servir con mis noticias á todos los que de ellas tengan necesidad.

—¿Y quién paga eso?

—Ab, señorl Necesito comprar un copista. De otra manera mi sabiduría perecerá conmigo.

—Si hasta hoy no has logrado reunir lo bastante para comprar un manto nuevo, no pueden ser tan famosos los servicios tuyos.

—La modestia es mi rémora. Pero ten presente, señor, que en la actualidad no existen benefactores de esos que antes fueron numerosos, y para quienes había tanta satisfacción en llenar de oro, á 'cambio de un servicio, como en tragarse una ostra de Puzol. Nó, mis serviclos no son pequeños, como es hoy pequeña la gratitud de los hombres. En ocasiones, cuando se escapa un esclavo de valor, ¿quién es aquel que pueda encontrarlo sino el unigénito de mi padre.

Cuando sobre las murallas se leen inscripciones ofensivas á la divina Popea, ¿quién es el que señala á los autores de ellas? ¿Quién, el que descubre en las librerías los versos contra el César? ¿Quién el que declara lo que se dice en las casas de los caballeros y de los senadores?

¿Quién, el que lleva las cartas que sus autores no quieren confiar á los esclavos? ¿Quién el que recoge las noticias á las puertas de las barberías? ¿Para quién no hay secretos en las tiendas de pan y de vino? ¿En quién tienen puesta su confianza los esclavos? ¿Quién es el que puede ver en el interior de las casas, del atrium al jardín? ¿Quién el que conoce todas las calles, todas las avenidas, todos los escondrijos? ¿Quién, el que sabe lo que se dice en los baños, en el circo, en los mercados, en las escuelas de esgrima, en las ferias de esclavos y hasta en las arenas?

—¡Por los dioses! ¡Basta ya, noble sabio!—exclamó Petronio; estamos ahogándonos en tus servicios, en tus virtudes, en tu sabiduría y en tu elocuencia. ¡Basta! ¡Deseá bamos saber quien eras, y ya lo sabemos!