Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/173

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
165
QUO VADIS

nio. —¿No es eso, palabra por palabra, lo mismo que yo te he sostenido?

—Es un honor para mí,—dijo Chilo.—Es indudable, señor,—prosiguió dirigiéndose nuevamente á Vinicio,—que la doncella rinde culto á la misma divinidad que adora Pomponia, esa dama virtuosa entre las virtuosas, esa verdadera matrona romana. He sabido también esto: que Pomponia fué juzgada en su propio hogar por habérsela acusado de adoración á una especie de dios extrangero, pero sus esclavos no han podido decirme qué clase de dios era ese, ni cómo se llaman los que le rinden culto. Si yo pudiera saberlo, iria donde ellos, me convertiría en el más abnegado prosélito de esa religión y me ganaria su confianza. Pero tú, señor, que has pasado, como asimismo está en mi conocimiento, una cantidad de días en la casa del noble Aulio, ¿no me puedes dar algunos informes sobre ese particular?

—No puedo,—dijo Vinicio.

—Nobles señores: me habéis hecho ya, por espacio de algunos momentos, varias preguntas acerca de temas diversos, y he contestado á todas esas preguntas; permitid ahora que yo á mi turno os haga una. ¿No has visto, venerado tribuno, á Pomponia, ó á tu divina Ligia, llevar algún amuleto, adorar alguna pequeña estátua, presentar alguna ofrenda ó celebrar alguna ceremonia? ¿No les has visto hacerse ellas algunos signos inteligibles para ellas solas?

—¿Signos? ¡Aguarda! Sí; ví una vez que Ligia dibujada un pescado sobre la arena.

—¿Un pescado? ¡A—al 10—o—o! Y dime: ¿hizo ella eso una sola vez, ó varias veces?

—Solo una vez.

—¿Y estás cierto, señor, de que fué un pescado lo que dibujó? ¡O o!

—Si,—contestó Vinicio, cuya curiosidad se avivó.—¿Y tú adivinas lo que significa?