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QUO VADIS

—¿Que si adivino?—exclamó Chilo.

E inclinándose en señal de despedida: —Quiera la Fortuna derramar igualmente sobre ambos toda clase de beneficios, nobles y dignos señores!

—Ordena que te entregen un manto,—le dijo Petronio al despedirlo.

—Ulises te da las gracias en nombre de Tersites, —contestó el griego y salió, después de haber hecho por segunda vez una profunda reverencia.

—¿Qué dices de este noble sabio?—preguntó Petronio entonces.

—Digo que encontrará á Ligia, contestó Vinicio, con alborozado acento;—pero digo también que si hubiera un reino de pícaros, bien podría ser éste su más digno soberano.

—Por cierto. He de estudiar más de cerca á éste estoico; pero ahora necesario es que ordene que vengan á perfumar el atrium.

Chilo Chilonides, entre tanto, envolvíase en su nuevo manto y oprimía en la mano y bajo los pliegues del mismo la bolsa recibida de Vinicio, admirando tanto eu peso como su áureo retintin. Luego siguió su camino á paso lento; y después de echar una ojeada en derredor suyo, á fin de observar si no le miraban desde la casa, atravesó el pórtico de Livia y al llegar á la esquina del Clivus (cuesta) Virbius torció en dirección al Subura.

—Es menester que vaya á casa de Esporo,—se dijo,y escancie allí un poco de vino á la Fortuna. Al fin he logrado encontrar lo que por tan largo tiempo he venido buscando. El es joven, irascible, opulento como las minas de Chipre y estaría dispuesto á dar la mitad de su fortuna por esa pardilla de Liguria. Este era el hombre que desde tiempo há me hacía falta. Necesario es, sin embargo, estar muy en guardia con pues su ceño no me augura nada bueno. ¡Ahl estos lobeznos lo gobiernan todo en el mundo hoy día! Menos habría que temer de parte