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QUO VADIS

de ese Petronio. ¡Oh, dioses! pero lo cierto es que el oficio de tercero es, por el momento, más provechoso que la virtud. ¡Ah! ¿Con que ella trazó un pescado sobre la arena?

Si sé lo que eso significa que me atoren con un pedazo de queso de cabral Pero ya lo sabré. Los peces viven debajo del agua: es así que buscar debajo del agua es más difícil que buscar sobre la tierra, ergo, tendrá él que pagarme separadamente ese pescado. Con otra bolsa como esta, podré arrojar lejos la alforja del mendigo y comprarme un esclavo. Mas, ¿qué dirías tú, Chilo, si yo te aconsejase que no compraras esclavo, sino esclava? Yo te conozco bien, y sé que tú consentirías Y si la esclava fuera bonita, si fuera como Eunice, por ejemplo, tú mismo te rejuvenecerías á su lado y al propio tiempo sacarias de ella una renta buena y segura. He vendido á esa pobre Eunice dos hilos de mi viejo manto. Ella es muy sosa, pero si Petronio quisiera dármela, yo la tomaría para mí. Si, si, Chilo Chilonides: tú has perdido á tu padre y á tu madre, tú eres huérfano; por consiguiente debes comprar para tu consuelo siquiera una esclava.

Y ella tendrá que vivir en alguna parte; por consiguiente, Vinicio le alquilará una vivienda en la cual tú también, Chilo, has de encontrar abrigo; ella tendrá que vestirse: Vinicio pagará el vestido; comer, y Vinicio suministrará los medios. ¡Oh! ¡qué asendereada vida! ¿Qué se han hecho aquellos tiempos en que por un obolus (1) podía comprarse toda la carne de puerco y las judías que uno alcanzase á abarcar con ambas manos, ó un pedazo de entrañas de cabra tan largo como el brazo de un niño de doce años, y todo lleno de sangre? Pero ya está ahí ese bribón de Esporo! En la taberna será más fácil saber algo.

Y así monologando entró á la taberna y pidió un jarro del «tinto. Reparando en la escéptica mirada del patrón, (1) Obolo, moneda ínfima entre los griegos, que dicen equivale á seis maravedis