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QUO VADIS

un estallido. Por último y como fruto de un sentimiento de desamparo, dolor, cólera é invencible anhelo, brotaron de sus ojos dos gruesas lágrimas.

Esta fué la respuesta que dió á Petronio con mucha mayor elocuencia que las más patéticas frases, por lo cual, después de un instante de meditación, dijo: —No es Atlas quien lleva el mundo sobre los hombros, sino la mujer, y ésta en ocasiones juega con él como con una pelota.

—Es verdad, contestó Vinicio.

Y empezaban ya á darse los adioses de despedida, cuando un esclavo anunció que Chilo Chilonides aguardaba en la antecámara y pedía se le admitiese á la presencia del señor.

Vinicio ordenó se le hiciera entrar inmediatamente, y Petronio dijo entonces: —Ahl ¿No te lo había dicho yo? Pero, por Hércules!

conserva tu sangre fría ó será Chilo quien te mande, y no tú á él.

— Salud y honor al noble tribuno del ejército y á ti, señor,—dijo Chilo al entrar.—Llegue vuestra felicidad hasta la altura de vuestra fama, y circule vuestra fama por el mundo, desde las columnas de Hércules hasta los límites de los arsácidas!

—¡Salud, oh tú, legislador de la virtud y del saber!contestó Petronio.

Pero Vinicio preguntó incontinenti con afectada calma: —¿Qué me traes ahora?

—La primera vez te traje la esperanza, ¡oh señor! Hoy te traigo la seguridad de que será encontrada la doncella.

—¿Quiere eso decir entonces que no la has encontrado aún?

—Si, señor; pero ya he descubierto lo que significa el signo que la visteis hacer. Sé quienes son los que con ella huyeron y cuál es el Dios entre cuyos adoradores he de buscarla.