Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/198

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
190
QUO VADIS

Sus libertos, hombres experimentados, á quienes había confiado el encargo de hacer pesquisas aisladamente, habían resultado cien veces menos hábiles que Chilo.

Y entretanto, levantábase dentro de su alma, fuera de su amor hacia Ligia, la obstinación del jugador resuelto á ganar la partida. Vinicio había sido siempre hombre de esa indole. Desde su primera juventud había llevado á cabo cuanto emprendiera, con el apasionamiento de quien no conoce las contrariedades de la derrota, ni concibe la necesidad de ceder á extraña exigencia.

Por espacio de algún tiempo, la disciplina militar había puesto límites á su voluntad, pero al mismo tiempo había afirmado en él la convicción de que toda orden que diese á sus subordinados debía ser cumplida; y su prolongada permanencia en Oriente, en medio de gentes sumisas y habituadas á la obediencia de los había confirmado en su ánimo la fé de que no era posible oponer á su deseo linage alguno de cortapisas.

Y al presente además hallábase dolorosamente herida su vanidad.

Había por otra parte un verdadero enigma en la oposición y resistencia de Ligia y en su misma fuga. Y la solución de este enigma torturaba horriblemente su cerebro.

Presentia que había dicho Actea la verdad y que Ligia no era indiferente á su amor. Pero, si esto era cierto, ¿por qué había ella entonces preferido una existencia errante y miserable á su amor, á su ternura, y á vivir en una espléndida mansión?

No hallaba contestación á tal pregunta, llegando tan sólo á una especie de vaga inteligencia de que entre él y Ligia, entre las ideas de ambos, entre el mundo en que vivivian él y Petronio y el mundo de Ligia y Pomponia, existía alguna especie de divergencia, alguna especie de incompatibilidad tan honda, como un abismo que nada ni nadie podía salvar, ó nivelar tan siquiera.

Y entonces parecíale que no le restaba sino renunciar á