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QUO VADIS

teger al grande artista contra las tales Furias. ¡Por Castor!

A lo menos esta noticia habrá llegado á tus oídos: que se ha presentado al público en Nápoles. Trajeron de la ciudad y de las poblaciones de los alrededores á todos los perdidos que pudieron encontrar, los cuales llenaron el recinto de la arena con tan infame olor á traspiración y ajos, que doy gracias a los dioses porque en vez de sentarme con los augustianos en las primeras filas, me quedé acompañando á Enobarbo entre bastidores. ¿Y, lo creerás?

El tenía miedo en realidad. Me tomó la mano y la colocó sobre su corazón, el que latía con pulsaciones aceleradas; su respiración hízose más corta, y en el momento en que debía presentarse en escena púsose tan pálido como un pergamino y su frente se cubrió de gruesas gotas de sudor.

Y sin embargo, estaba viendo que en cada fila de asientos había pretorianos armados de bastones y dispuestos á provocar el entusiasmo, si llegaba á ser necesario.

Mas, no hubo para qué tocar ese arbitrio. Ningún hato de monos de los alrededores de Cartago podría haber aullado más y mejor que toda esta canalla. Te repito que el olor á ajos trascendió hasta la escena; pero Nerón saludaba, se llevaba la mano al corazón, enviaba besos á la concurrencia y derramaba lágrimas. En seguida corrió tambaleándose como un ébrio, hacia nosotros, que le aguardábamos entre bastidores, y exclamó: ¿Qué fueron los triunfos de Julio comparados con este triunfo mio?» Pero la canalla seguía entre tanto aullando y aplaudiendo, cierta como se hallaba de que lo aplaudido por ella se traduciría en favores para ella misma, y en banquetes y donativos, y billetes de lotería y en una nueva exhibición del bufón imperial.

Y no me extrañaron sus aplausos, porque semejante espectáculo no había sido visto antes de aquella ocasión.

Y á cada momento Nerón repetía: Mira lo que son los griegos! ¡Mira lo que son los griegos!» Desde esa noche,