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QUO VADIS

rros; flores, tirsos, guirnaldas, gritos de «Evoe!» (1), música, poesía y aplausos á Hellas (la Grecia). Todo esto me parece bien; pero nosotros acariciamos además algunos proyectos de mayor atrevimiento. Deseamos crear una especie de Oriental Imperium, un imperio de palmeras, de sol, de poesía, de realidad convertida en sueño, y de realidad que tiende sólo al disfrute de las delicias del vivir.

Deseamos olvidar á Roma, fijar el eje del mundo en algún punto situado entre Grecia, el Asia y Egipto, vivir, no la vida de los hombres, sino la vida de los dioses; no saber qué cosa es la vulgaridad; vagar en doradas galeras bajo la sombra de velas de púrpura á lo largo del Archipiélago; ser á la vez Apolo, Osiris y Baal, en ur a sola persona, ser roseo con la aurora, áureo con el sol, argénteo con la luna, mandar, cantar, soñar.

»¿Y creerás que yo, que aun tengo buen criterio como por el valor de un sestercio y sentido común como por el valor de un as, estoy dejándome llevar por estas fantasías y lo hago por la razón de que, si no son posibles, son por lo menos grandiosas y exentas de vulgaridad? Porque, semejante fabuloso imperio, en alguna época, al través de los siglos, se presentaría como un sueño á la humanidad.

Ya lo ves: excepto cuando Venus toma la forma de una Ligia y hasta la de una esclava como Eunice, ó cuando el arte embellece la vida, ésta de suyo es cosa vana y más de una vez se nos presenta con la cara de un mono...

»Pero Barba de bronce no logrará llevar a cabo sus planes, siquiera sea por esta causa: que en su fabuloso reinado de poesía y de oriental poderío no hay sitio para la traición, la vileza y la muerte; y porque en él y por entre sus actitudes de poeta se advierte al detestable cómico, al torpe automedonte y al frívolo tirano. Entre tanto, estamos matando á todo aquel que en alguna forma nos causa desagrado.

(1) Voces que daban las bacantes para aclamar é invocar á Baco.