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QUO VADIS

CAPIULO XIX Apenas había terminado Vinicio la lectura de esta carta, cuando Chilo penetró calladamente en su biblioteca, sin haber sido por nadie anunciado, pues tenían orden los sirvientes de admitirlo á cualquier hora del día ó de la noche.

—¡Cólmete de favores la divina madre de tu magnanimo antepasado Eneas, cual conmigo lo ha hecho el hijo de Maya! (1) —¿Qué quieres decir?—preguntó Vinicio saltando del asiento donde se hallaba, junto á la mesa.

Chilo alzó la cabeza y dijo: —¡Eureka!

El joven patricio se hallaba tan excitado que por largo tiempo no pudo articular palabra.

—¿La has visto?—preguntó por fin.

—He visto á Ursus, y he hablado con él.

—¿Sabes entonces dónde se hallan ocultos?

—Nó, señor. Otro hombre, por jactancia necia, hubiera hecho saber al ligur que había adivinado quien era; otro hubiera inventado violentamente hacerle decir dónde vivía y hubiera también recibido entonces un puñetazo, después del cual todos los negocios de la tierra habrían cesado de interesarle, —ó hubiera despertado las sospechas del gigante con este resultado: que acaso en esta misma noche se hallara la joven oculta en otro escondrijo. Yo no he obrado asi. Me basta por ahora saber que Ursus trabaja cerca del mercado, al servicio de un molinero, que se llama Demas, como uno de tus libertos.

Y ahora, cualquier esclavo de tu confianza puede ir por la mañana, seguir su pista y descubrir el lugar donde se eseonden.

(1) Hija de Atlante, madre de Mercurio.