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QUO VADIS

Croton acababa de estipular el precio del viaje en compañía de Vinicio y ahora conversaba con éste.

—¡Por Hércules!—decía;—ha sido muy oportuno el que me hayas hecho hoy tu llamamiento, señor, porque mañana debo partir á Benevento, á donde me reclama el noble Vatinio, á fin de que en presencia del César haga prácticamente la prueba de un tal Siphax, el negro más forzudo que hasta hoy haya producido el Africa. Ya te imaginarás, señor, cómo crujirá su espina dorsal entre mis manos y cómo, además, le he de quebrar la negra quijada con el puño.

—¡Por Pólux! Estoy seguro, Croton, de que harás todo eso, contestó Vinicio.

—Y obrarás muy bien,—agregó Chilo.—¡Si, romperle, además, la quijadal Esa es una buena idea y á la vez un acto muy propio de ti. Pero ahora, Hércules mío, debes frotarte las manos con aceite de oliva y ceñirte bien, porque, sábelo, posible es que te encuentres con un verdadero Caco. El hombre que custodia á la joven en quien se interesa el digno Vinicio tiene al parecer una fuerza excepcional.

Chilo al decir estas palabras, proponíase despertar el estímulo en Croton.

—Cierto es,—dijo Vinicio; —yo no lo he visto, pero me dicen que ese hombre puede tomar á un toro de los cuernos y llevarlo á donde quiera.

—¡Ay!—exclamó Chilo, quien no habría creído que las fuerzas de Ursus llegaran hasta ese punto.

Pero Croton rió desdeñosamente y dijo: —Digno señor: me comprometo á arrebatar con este brazo á la persona que me indiques, á defenderme con este otro contra siete de esos ligures y á traerte la doncella á tu casa, aun cuando hubieran de venir en perseguimiento mío todos los cristianos de Roma como lobos de Calabria. Si así no fuese, que me apaleen aquí mismo, en este impluvium.