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QUO VADIS

Sufrir por algún tiempo, en espera de una felicidad sin término, es cosa totalmente distinta de sufrir porque tal es el orden de la naturaleza.

Y el anciano afirmaba además que la virtud y la verdad debían ser amadas por sí solas, por su propio valer, puesto que era Dios el sumo bien eterno y la suprema virtud, que había existido en todo tiempo; así, pues, quien amaba el bien y á la virtud, amaba á Dios y por ese mismo hecho llegaba á ser un hijo predilecto del Sumo Ser.

Vinicio no comprendía muy bien todo esto, pero desde antes sabía por las palabras que Pomponia Graecina había dicho Petronio que, según las creencias de los crstianos, Dios era uno y todopoderoso. De suerte que, cuando ahora oyó decir que también era infinitamente bueno y justo, pensó de manera involuntaria que en presencia de semejante Creador, Júpiter, Saturno, Apolo, Juno, Vesta y Venus aparecerian como una gentuza vana, bulliciosa é intrusa, puesto que todos ellos pretendían intervenir en los negocios humanos, sin perjuicio de hacerlo cada una ó cada uno en su órbita especial.

Pero lo que más sorpresa causó á Vinicio, fué oir la declaración del anciano de que Dios era también el amor universal; de ahí que todo el que amara á sus semejantes, cumplía el mandato supremo de Dios.

Y no bastaba amar á los habitantes de la propia nación, porque el Hombre Dios había derramado su sangre por todos y encontrado entre los paganos servidores tan escogidos de su doctrina como Cornelio el Centurión; tampoco bastaba el amar sólo á los que nos hicieran el bien, porque Cristo había perdonado á los judíos que le dieran muerte, y á los soldados romanos que le enclavaran en la cruz.

Así, pues, debíamos, no solo perdonar, sino también amar á los que nos ofendian, y volverles bien por mal; no bastaba, entonces, amar á los buenos: era deber nuestro