Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/251

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
243
QUO VADIS

esperado que el Divino maestro redimiese á Israel, y había transcurrido ya el tercero día desde su muerte.

No comprendían, pues, á la sazón, por qué el Padre había abandonado al Hijo y ya ni siquiera alzaban los ojos hacia la luz del día, prefiriendo morir: tan tremendo era el peso que gravitaba sobre sus almas!

Y aún en esos momentos, el recuerdo de tan terribles escenas arrancó á los ojos del anciano, dos lágrimas que se hicieron visibles á la luz de la hoguera, y rodaron luego por su encanecida barba. Temblaba á la sazón su calva y venerable cabeza, y morían en su pecho los dolientes acentos de su voz.

—Ese hombre dice la verdad, y llora porque siente,—se dijo Vinicio desde el fondo de su alma.

Y entretanto, el dolor anudaba también las gargantas de los oyentes timoratos.

Más de una vez habían oído hablar de los sufrimientos de Cristo, y era por ellos sabido asimismo que al dolor había seguido el júbilo de la resurrección; pero al escuchar la narración del apóstol que todo aquello presenciara, se retorcían las manos á impulso de la congoja, sollozaban ó golpeábanse el pecho.

Mas luego tranquilizáronse por grados ante el deseo de seguir escuchando al apóstol.

El anciano cerró entonces los ojos, cual si quisiera de ese modo concentrar en su alma, la visión clara de escenas distantes, y prosiguió así: «Cuando los discipulos hubieron terminado sus lamentaciones y plegarias, María de Magdala penetró por segunda vez á la estancia, exclamando que había visto al Señor.

No habiéndole reconocido al principio y tomándole por el jardinero. El la había llamado: Marials, á lo cual, había exclamado ella: «¡Rabbonil» (Maestro), y postrádose á sus pies. El, entonces, habiala ordenado que fuese á reunirse á sus discípulos y desaparecido en seguida.

»Pero ellos, los discipulos, no habían dado crédito á Ma-