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QUO VADIS

Aun cuando Vinicio necesitó recurrir á toda su fuerza de voluntad para contener el impetu de echarse sobre Ligia y tomarla allí mismo, en el cementerio, en sus brazos, comprendió que el griego tenía razón, y acaso hubiera prestado oído á sus indicaciones, á no ser por Croton, para quien lo principal era ganarse cuanto antes la recompensa pactada.

—Señor,—dijo éste, —haz que calle ese cabrón viejo, ó permite que le de una puñada en la cabeza. Una vez en Bugento, á donde habíame llevado á unos juegos Lucio Saturnio, siete gladiadores borrachos echáronse sobre mí en una fonda, y ni uno sólo de ellos escapó con las costillar en buen estado. No te digo yo que arrebates ahora mismo á la muchada de entre la multitud, porque podrían apedrearnos; pero una vez que haya llegado á su casa, me apoderaré de ella, la sacaré de allí y he de conducirla á cualquier sitio que me indiques.

A Vinicio le agradó escuchar estas palabras, y contestó: —¡Así sea, por Hércules! Mañana quizás no la encontráramos en su casa, porque si los sorprendemos, seguramente llevarán á otra parte la muchacha.

—¡Este ligur tiene aspecto de hombre tremendamente fuertel—gimió Chilon.

—Nadie te pide que vayas á sugetar sus manos, —respondió Croton.

Pero tuvieron que aguardar aun por largo tiempo, y los gallos habían empezado á cantar al acercarse ya la auro ra, cuando vieron á Ursus que salvaba el dintel de la puerta, llevando á su lado á Ligia. Les acompañaban muchas otras personas.

Chilo creyó reconocer entre ellas al gran Apóstol. Junto á él iba otro anciano de mucho más baja estatura, dos mujeres que ya no eran jóvenes y un muchacho que alumbraba el camino con una linterna. A continuación de ese puñado de individuos seguía un grupo numeroso como de