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QUO VADIS

personas; Vinicio, Chilo y Croton se incorporaron á este grupo.—Si, señor,—dijo Chilo;—tu doncella se encuentra bajo una poderosa protección. Ese que la acompaña es el Gran Apóstol: vé como los que pasan delante de él se arrodillan.

Y en realidad se arrodillaban á su paso las gentes, pero Vinicio no les miraba. No perdió á Ligia de vista ni un instante; un sólo pensamiento le dominaba por completo: llevársela; y habiendo adquirido en la guerra el hábito de las estratagemas de todo género, disponía á la sazón mentalmente, con precisión militar, todo el plan de su proyectado rapto.

Presentía que era atrevido el paso que estaba resuelto á dar; pero así mismo sabia muy bien cómo son generalmente los ataques más audaces los que procuran mejores triun fos.

El camino era largo; de ahí que en momentos detuviérase á pensar en el abismo que esa maravillosa religión había abierto entre él y Ligia.

Comprendía ahora todo cuanto había acontecido en el pasado, y se daba razón circunstanciada de ello, con la suficiente profundidad.

No había conocido realmente á Ligia hasta entonces.

Había solo visto en ella una joven de maravillosa hermosura, no comparable á ninguna otra mujer; una doncella á la cual arrastrábanle poderosamente febriles anhelos.

Pero ahora sabía que la religión de esa doncella la diferenciaba profundamente de las demás mujeres, sabía también ahora que no eran para ella sino ilusión vana y deleznable los sentimientos y deseos de opulencia, de pompa, bienestar y esplendidez que él antes juzgara podían servirla de incentivo.

Comprendía por último y en su resumen, lo que ní Petronio ni él habían comprendido antes: que esa nueva re-