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QUO VADIS

volverle bien, por el mal que de él recibiera, perdón y misericordia, en cambio de sus persecuciones, ablandandole así el alma, ganándoselo para la causa de Cristo y procurándole la eterna salvación.

Y ahora parecíale que precisamente ese momento llegaba por fin, y que sus plegarias habían sido atendidas.

Acercóse, pues, á Crispo con semblante que parecía el do una iluminada, y señalando á Vinicio, así habló, con voz que no pareció brotar de sus labios sino como el melodioso éco de otra sublime, celeste voz.

—Permanezca él entre nosotros, Crispo; con él quedaremos hasta que Cristo le haya vuelto á la salud.

El anciano presbítero, habituado á buscar en todas las cosas la inspiración de Dios, al advertir en el luciente rostro de la doncella una como aureola de sobrehumana exaltación, pensó al punto que acaso un poder más alto hablaba por su boca, y lleno de temor religioso, inclinó la frente y dijo: —Sea como tú lo dices.

Vinicio, que en todo ese tiempo no había apartado la vista de la joven, sintió que esta incondicional obediencia de Crispo le causaba una impresión extraordinaria y avasalladora..

Ligia representábasele ahora entre los cristianos como una especie de sibila ó sacerdotisa á quien rodeaban de homenajes y sumisamente acataban.

Y él sentíase también subyugado y pronto á rendirla esos propios homenajes. Al amor que hacia ella le arrastraba, uníase ahora una especie de temor reverencial, á cuyo lado su pasión convertíase en algo rayano de la insolencia.

Jamás había creído antes poder familiarizarse con la idea de que las relaciones de entrambos habían sufrido una modificación; que ahora no dependía ella de su voluntad, sino él de la voluntad de Ligia; que él se hallaba en ese sitio, quebrantado y enfermo, y había dejado de