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QUO VADIS

pués de la fuga de Ligia, se había prometido á sí mismo arrastrarla de los cabellos hasta el cubiculum, y ordenar á sus esclavos profanaran su cuerpo con los azotes!

CAPÍTULO XXIV

Pero empezó también á temer que alguna fuerza exterior viniese á turbar su dicha.

Bien podía Chilo haber dado noticia de su desaparición al prefecto de Roma, ó haberla comunicado en su casa á sus libertos, y en ese evento era probable una invasión de aquel asilo por los guardias de la ciudad.

Cierto es que había momentos en que atravesaba por su cerebro la idea de que, llegada tal emergencia, bien podía él ordenar que se apoderasen de Ligia y la encerraran en su casa; pero luego decíase que no debía hacer tal cosa y no se conceptuaba ahora capaz de llevarla á cabo.

Era titánico, insolente y corrompido en gran manera; en caso necesario hasta era inexorable, más no era Neron, ni Tigelino.

La vida militar había dejado en su alma unos como resabios de justicia, de religión y de conciencia bastantes para discernir que un hecho de tal linaje habría sido monstruosamente ruín.

Y acaso hubiera sido capaz de perpetrar tan baja acción en un acceso de cólera y en plena posesión de sus fuerzas; pero en esos momentos sentiase dominado por una ternura insólita, y estaba enfermo. La cuestión capital para Vinicio á la sazón era que nadie viniese á interponerse entre él y Ligia.

Advirtió asimismo, con asombro, que desde el momento en que Ligia se había puesto de su parte, ni ella ni Crispo habíanle pedido seguridades de ningún género, cual si les asistiera la confianza de que, en caso de necesidad extrema, los defendería algún poder sobrenatural.

Y el joven tribuno, en cuyo espíritu la distinción entre