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QUO VADIS

Parecíale que permaneciendo allí por más tiempo, algo inesperado podría sobrevenirle.

Así, pues, apenas se halló de pie delante de Vinicio, dijole con voz quebrantada: —¡Dame la carta, señor!.. ¡dame la carta!

Y apoderandose de la tabla que Vinicio le alargó, hizo una reverencia a los cristianos, fuese deslizando medrosamente apegado á la muralla y se apresuró á salvar el dintel de la puerta.

Cuando se hubo hallado en el jardín, envuelto entre las sombras de la noche, de nuevo el miedo le erizó los cabellos, pues estaba ahora seguro de que Ursus se abalanzaría fuera en seguimiento suyo y le mataría en medio de la obscuridad.

'De muy buen grado hubiera echado á correr, pero en el primer momento las piernas no le obedecieron, y en seguida perdió por completo su dominio sobre ellas.

Era que Ursus hallábase efectivamente a su lado.

Chilo cayó con el rostro en tierra y empezó á gemir; —¡Urbano!... en el nombre de Cristo!...

Pero Urbano le dijo: —No temas. El Apostol me manda te acompañe hasta mas allá de las puertas de la ciudad, por temor de que puedas extraviarte en la obscuridad. Me ha dicho también que si te llegan á faltar las fuerzas, te conduzca hasta tu casa.

—¿Qué dices?—preguntó Chilo levantando la cabeza.

¡Qué! ¿No me matarás?

—No; y si al cogerte por los brazos estuve contigo brusco y te he magullado algún miembro de tu cuerpo, perdóname.

—Ayúdame á levantarme,—dijo el griego.—¿Entonces, no me vas á matar? ¿No lo harás? Llévame hasta la calle; de ahí me iré solo.

Ursus le alzó cual pudiera hacerlo con una pluma y le hizo ponerse de pie; en seguida le condujo al través del