Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/315

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
305
QUO VADIS

¿Entonces tú no perteneces á Plaucio?—preguntó.

—No, señor; sirvo á Calina, como serví á su madre, por mi propia voluntad.

Y aquí de nuevo introdujo la cabeza en la chimenea para soplar el fuego, al que acababa de agregar algunos trozos de leña.

Cuando hubo terminado, se irguió nuevamente y re puso: —Entre nosotros no hay esclavos.

—¿Dónde está Ligia?—preguntó Vinicio.

—Ha salido, y yo voy á hacerte de comer. Ella te estuvo velando toda la noche.—¿Y por qué no la revelaste tú?

—Porque ella quiso velar á tu lado y mi deber es obedecerla.

Luego se advirtió en sus ojos una impresión sombría y después de un momento dijo: —Si la hubiera desobedecido, tú no estarías hoy vivo.

—¿Entonces te hallas apesarado por no haberme dado muerte?

—No, señor. Cristo nos manda no matar.

—Pero.. ¿y Atacino, y Crotón?

—No pude hacer otra cosa,—murmuró Ursus.

Y dirigió una mirada entristecida á sus manos, que evidentemente habían permanecido paganas, aún cuan do hubiera él, desde lo intimo de su alma, abrazado la cruz.

En seguida puso una olla sobre la rejilla, y se quedó contemplando el fuego con mirada pensativa.

—Tuya fué la culpa, señor,—dijo por fin.—¿Por quá alzaste la mano contra ella, contra la hija de un rey?

Una oleada de orgullo irritado subió á las mejillas de Vinicio, al ver que un hombre vulgar y un bárbaro se permitía no tan sólo hablarle familiarmente, sino que hasta osaba hacerle reproches.

Tomo I
20