Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/327

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
317
QUO VADIS

en el Palatino, cual pudiese haberla arrancado del incendio de una enorme llama envolvente.

Y ahora que se veían pintados en su rostro de águila el éxtasis y al mismo tiempo el dolor, ahora que yacía en aquel lecho, pálida la frente y suplicantes los ojos, —herido, quebrantado por el amor, rendido y dispuesto á la sumisión y al homenaje,—presentósele á Ligia como el hombre que ella habría deseado y amado, como el hombre grato á su alma cual jamás antes lo fuera.

Y de subito comprendió también que pudiera llegar el momento en que ese amor de Vinicio lograse apoderarse de ella, dominarla y arrastrarla como un torbellino.

Y al pensar en ésto, le asaltó el pavoroso estremecimiento de quien tiene puesto el pie al borde de un precipicio.

¿Para esto había dejado la casa de Aulio? ¿Para esto se había salvado recurriendo a la fuga? ¿Para esto había vivido oculta en los barrios más miserables de la ciudad?

¿Quien era Vinicio? ¡Un angustiano, un soldado, un cortesano de Nerón! Además, era participante de sus desenfrenos y locuras, cual habíalo demostrado en esa fiesta que no podía ella olvidar. El iba tambien, como los demás, á los templos del paganismo, y presentaba ofrendas á esos dioses viles, en los cuales acaso él mismo no creía y no obstante les tributaba oficialmente sus homenajes.

Aún más: habíala perseguido él con el propósito de ha cerla su esclava y su amante y para arrojarla al propio tiempo en aquel horrible mundo de molicie y exceso, de crimen y deshonra, en ese mundo que provocaba la cólera y la venganza de Dios.

Cierto que parecía haberse modificado su indole; pero acababa tambien de decirle que si ella pensaba más en Cristo que en él, estaba pronto para aborrecer á Cristo.

Y parecía á Ligia que la sola idea de cualquier otro