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QUO VADIS

tas: vacilaba y se perdia en un conflicto de ideas y sentimientos; y no sabía por qué camino optar.

Empero, terminaba por inclinar la cabeza ante ese Dios por él no comprendido, y le rendía silencioso acatamiento por la única razón de que El era el Dios de Ligia.

La joven iba observando la evolución que se operaba en el espíritu de Vinicio. Y veía cómo luchaba él consigo mismo, y cómo en su interior rechazaba esa religión; y aún cuando esto la mortificaba hondamente, sentíase dominada por la compasión, la simpatía y la gratitud más sinceras, al reparar á la vez en el silencioso respeto que demostraba él hacia Cristo. Y ello era parte á que cada día su corazón se inclinase al joven con más irresistible fuerza.

Entonces traía á la mente el recuerdo de una situación parecida, reinante entre Pomponia Graecina y Aulio.

Para Pomponia era una fuente de inextinguible pesar y de lágrimas nunca enjugadas, el pensamiento de que más allá de la tumba no volvería á reunirse con Aulio.

Ligia empezaba ahora á comprender mejor ese tormento, esa amargura.

Ella también había encontrado un sér querido, y sobre su cabeza cerníase la amenaza de verse eternamente separada de él.

Cierto es que en ocasiones trataba de engañarse á sí misma, y pensaba que el alma de Vinicio se abriría á las enseñanzas de Cristo; pero esas ilusiones no podían durar.

Ella le conocía y comprendiale demasiado bien. ¡Vinicio cristiano! Esas dos ideas, por contradictorias, no encontraban sitio juntas en su cabeza no iluminada por los destellos de la esperanza. Si el prudente y reflexivo Aulio no había llegado á convertirse al cristianismo bajo la influencia de la virtuosa y perfecta Pomponia, ¿cómo podría convertirse Vinicio?

A esta pregunta no encontraba ella una respuesta; mejor dicho, sólo encontrábale una: que para él no había ni esperanza ni salvación.