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QUO VADIS

Sodoma en que se rebulle, y que Dios ha de destruir con las llamas de su cólera?

Y yo te digo: preferible mil veces que hubieras muerto, que las murallas de esta casa se desplomaran sobre tu cabeza, antes de que en tu pecho se hubiera deslizado esa serpiente y destilado en él la ponzoña de la iniquidad.

Y Crispo se dejaba arrastrar más y más en su vehemente arrebato, pues la falta de Ligia, á la par que de indignación, llenábale de hastío y derprecio por la naturaleza humana en general y en particular por la mujer, á quien ni siquiera las verdades cristianas tenían poder suficiente para sustraer á la debilidad que perdió á Eva.

A sus ojos nada significaba que esta doncella se hubiese conservado pura, que deseara huir de aquel amor, que lo hubiera confesado llena de arrepentimiento y compunción. Crispo había deseado transformarla en un ángel, elevarla á regiones á donde solo existía el amor á Cristo; y ella se había enamorado de un angustiano.

Este solo pensamiento llevaba á su corazón el horror, el desencanto y la desilusión.

Nó, nó; él no podía perdonarla.

Las palabras de condenación brotaban de sus labios, quemantes cual carbones encendidos. Y luchaba consigo mismo para no pronunciarlas, en tanto que movia nerviosamente las enflaquecidas manos sobre la cabeza de la aterrorizada niña.

Ligia se había sentido culpable, más no hasta ese punto.

Aun más: había juzgado que su partida de la casa de Miriam, sería su mayor victoria sobre la tentación y una verdadera atenuación de su falta.

Pero Crispo con sus recriminaciones habíala abatido hasta el polvo y demostrádole que su alma se hallaba en un estado de ruindad y miseria que ella no había ni remotamente sospechado. Por el contrario, la joven creyó, al dirigirse al anciano presbítero,—quien desde el mo-