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QUO VADIS

todo cuanto había constituido hasta entonces el interés de su existencia había dejado de valer para él, ó había quedado restringido á proporciones casi imperceptibles.

Sentía como si los lazos que antes le habían ligado á la vida, hubieran sido desa ados en su alma sin que su lugar viniesen otros á ocuparlo.

Y la idea de que bien podía encaminarse á Benevento y de allí á la Acaya, y engolfarse en una vida de molicie y de loco desenfrenado, le dejaba tan sólo una impresión de humo y de vacío.

—¿Para qué?—decía.—¿Qué ganaré con ello?

Estas fueron las primeras preguntas que á su mente vinieron.

Y por primera vez pensó asimismo que, de partir á Benevento, hasta la propia conversación de Petronio y su ingenio, y su sagacidad, y los exquisitos lineamentos de sus ideas, y su esmerada selección de las frases más propias para expresar cada pensamiento, llegarían acaso á fastidiarle.

Pero, la soledad, también, había empezado á hacérsele tediosa.

Todos sus amigos y relacionados hallábanse acompa.

ñando al César en Benevento; de modo que le era necesario quedarse á menudo en casa, con la mente llena de ideas y el corazón rebosando sentimientos que se hallaba impotense para analizar.

Había, sin embargo, momentos en que juzgaba que si le fuera posible conversar con alguna persona acerca de todo cuanto pasaba en su interior, acaso hallaríase en aptitud de abarcarlo mejor, de ponerlo en orden y tomarlo en más cabal consideración.

Bajo el influjo de esta esperanza, y después de algunos días de vacilación, resolvióse por fin á escribir á Petronio, y aun cuando no estaba seguro de que éste le contestara, dirigióse á él en los términos siguientes: «Es tu deseo que yo te escriba de modo más minucioso: