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QUO VADIS

convenido. No puedo asegurarte, empero, que me sea posible hacerlo también con más claridad, porque existen algunos nudos que yo mismo no sé cómo podría desatarlos.

»Te he descrito ya mi permanencia entre los cristianos y la manera cómo tratan á sus enemigos, entre los cuales tenían el derecho de contarnos á mí y á Chilo. Te he ha blado también ds la bondad con que me atendieron durante el tiempo que estuve postrado, y finalmente, ya te he referido la desaparición de Ligia.

»No, mi querido amigo, no me respetaron porque yo fuera hijo de un cónsul. Esas consideraciones carecen de peso entre ellos, puesto que perdonaron aun á Chilo, á quien les insté para que lo enterraran en el jardín.

»Son gentes como no se han visto en el mundo hasta ahora, y de igual modo sus enseñanzas demuestran una indole no conocida por el mundo hasta nuestros días. Nada más puedo agregar al respectosobre este punto y habrá de herrar quien pretenda medirlas por nuestro propio rasero.

»Te aseguro que si yo me hubiera encontrado en mi casa postrado en el lecho con un brazo roto y atendido por los míos, aun cuando fueran los miembros de mi propia familia, por supuesto habría disfrutado de mayores cemodidades; pero no me habrían hecho objeto ni de la mitad de los cuidados que los cristianos me prodigaron.

»Sabe también esto: que Ligia es como todos los demás.

Si hubiera sido mi hermana, ó mi esposa, no podría haberme atendido con mayor afecto.

»El más íntimo goce inundó entonces mi alma en más de una ocasión, porque juzgué que sólo el amor era capaz de inspirar una ternura semejante. Más de una vez advertí ese amor en sus ojos y en su rostro, y lo creerás? en medio de aquellas gentes sencillas, habitantes promiscuos de ese pobre aposento que era á la vez una culina (1) y un (1) La cocina.