Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/347

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
337
QUO VADIS

triclinio, me sentí más feliz que en ninguna otra época de mi vida.

»No; yo no era para ella indiferente, y aun hoy mismo no me es dable pensar que lo sea. Y sin embargo, esa misma Ligia abandonó en secreto, por causa mía, la casa de Miriam. Y ahora, yo permanezco sentado días enteros con la cabeza entre las manos, preguntándome á mí mismo: «¿Por qué obró ella así?» »¿Te he escrito que le ofrecí espontáneamente volverla á la casa de Aulio? Ciertamente, ella me declaró que eso en la actualidad era imposible, porque Aulio y Pomponia habían partido para Sicilia, y porque, de regresar ella á su hogar, esa noticia, transmitida por los esclavos de casa en casa, habría de llegar hasta el Palatino, y el César entonces podría nuevamente arrancarla de casa de Aulio.

»Pero Ligia sabía que yo no volvería á perseguirla; que había dado ya de mano á las medidas de violencia; que incapaz de renunciar á su amor, ó de vivir sin ella, estaba dispuesto á llevarla á mi casa, bajo el arco de guirnaldas que exornaría la puerta,—y sentarla en mi hogar, sobre la piel sagrada.

»¡Y sin embargo huyó! ¿Por qué? Ningún peligro la amenazaba. Si no me amara, habríame rechazado. El día precedente al de su fuga, conoci á un hombre admirable, á un cierto Pablo de Tarso, que me habló de Cristo y de sus enseñanzas con tal poder de elocuencia, que cada una de sus palabras, sin quererlo él mismo, reduce á cenizas hasta los fundamentos de nuestra sociedad.

» Ese mismo hombre me visitó después de la fuga de Ligia y me dijo: «Si Dios abre tus ojos á la luz y aparta de ellos la viga, como de los míos la apartó, comprenderás que ella ha obrado bien, y entonces acaso vuelvas á encontrarla.

Y ahora me estoy devanando los sesos por llegar hasta

Tomo I
22