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QUO VADIS

A lo menos, he tenido asimismo ocasión de verificarla en le relativo á los clientes, quienes, al saber mi regreso, acudieron presurosos á saludarme.

«Tú sabes que jamás he sido tacaño respecto de ellos; pero mi padre se mostraba por principio altanero con los clientes y me enseñó á tratarlos de igual manera. Más ahora, cuando vi sus raidos mantos y sus semblantes famélicos, experimenté un sentimiento rayano de la compasión. Les hice traer alimento y hasta conversé con ellos, —llamando por su nombre á unos y preguntando á otros por sus mujeres y por sus hijos, —y de nuevo en los ojos de muchos ví lágrimas, y de nuevo parecióme que Ligia estaba presenciando aquello, y que lo aplaudía sintiéndose á la vez dichosa. ¿Es que el juicio me estará flaqueando, ó que el amor ha introducido una verdadera anarquía en mis sentimientos? No sabría decirlo. Más, si estoy se guro de esto: A todas horas me imagino que ella me vé desde lejos; y temo ejecutar cualquier acto que pudiera afligirla ú ofenderla.

«¡Esta es mi situación, Cayo! Han operado un cambio en mi alma, y á veces creo haber mejorado por virtud de ese cambio.

«Pero en otras, me atormenta, pues temo que mi virilidad y mi energía me hayan abandonado, dejándome inútil, no solo para el consejo, para el discernimiento y para las fiestas, sino también hasta para la guerra. ¡Estos son, evidentemente, verdaderos encantamientos!

«A tal punto me hallo transformado, que he de confesarte asimismo lo que vino á mi mente en los días en que yacía herido en el lecho, á saber: que si Ligia se pareciese á Nigidia, á Popea, á Crispinilla ó á nuestras mujeres divorciadas, si fuese tan vil, tan inhumana y tan despreciable como ellas, no podría amarla como al presente la amo!

Y puesto que la amo en tal manera precisamente por lo mismo que nos divide, ya adivinarás tu qué caos está