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QUO VADIS

lencioso y con la cabeza inclinada. Luego, así habló, con acento en el cual se advertían los quebrautos de la pasión: —Si antes la deseaba, deséola hoy mucho más. Cuando le hube oprimido un brazo, sentí mi alma envuelta en llamas. Es menester que sea mía. Si yo fuera Júpiter la envolvería en una nube, como él lo hizo con Io, ó caería sobre ella convertido en lluvia, como lo hizo con Danae; y la besaría en los labios hasta que los labios le dolieran! ¡Quisiera hocerla gemir bajo la presión de mis brazos! ¡Matar á Plaucio y á Pomponia y traer á Ligia aprisionada junto á mi pecho! No podré dormir esta noche. Daré orden de flajelar á uno de mis esclavos y escucharé sus alaridos...

—Cálmate,—dijo Petronio.—No has de manifestar tus anhelos en la forma que lo haría un carpintero del Subura.

—Me es igual todo cuanto alegues. Quiero que Ligia sea mía. He venido á tí para que me ayudes; pero si tal ayuda en ti no encuentro, la he de buscar yo mismo. Aulio considera como hija á Ligia; ¿podría mirarla yo cual esclava? Y sin embargo, si no hay otro medio de poseerla, venga á exornar la puerta de mi casa, cúbrala de grasa de lobo y que ocupe en seguida en mi hogar el sitial de la esposa.

—¡Cálmate insensato descendiente de cónsules! No traemos los bárbaros atados detrás de nuestros carros de víctoria, para hacer de sus hijas esposas nuestras. Guárdate de las exageraciones. Agota los medios naturales y decorosos, y toma, y dame el tiempo de que habemos menester para la indispensable meditación del caso. También Crisotemis parecióme un tiempo hija de Júpiter, y sin embargo no me casé con ella, de la propia manera que Nerón no se casó con Actea, si bien llamábanla hija del rey Atalo. ¡Cálmate! Piensa que si Ligia, por amor á tí, quiere abandonar á Plaucio, no tendrá éste derecho alguno para detenerla. Sabe asimismo que no sólo tú estás ar-