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QUO VADIS

No lo sé, dómina; sólo sé que el hierro se quiebra en mis manos, al igual de la madera.

Cuando Aulio, que acudía en ese instante, supo de qué se trataba, en vez de oponerse á los deseos de Ursus, declaró que ni siquiera tenía el derecho de retenerlo. Enviaban á Ligia como un rehen que reclamaba el César; estaban, pues, obligados á enviarle de igual manera su comitiva ó séquito, el cual pasaba, junto con ella, al dominio de Nerón.

Y en ese instante dijo al oído á Pomponia que en la forma de tal séquito de acompañantes agregara ella el número de esclavos que creyera conveniente, pues el centurión no podría negarse á recibirlos.

Hubo en esto una especie de alivio para Ligia. Pomponia también experimentó algún consuelo ál saber que podría rodear á la joven de acompañantes de su propia elección.

Así, pues, además de Ursus le señaló para su séquito á la anciana modista, dos doncellas germanas para el baño.

La elección recayó exclusivamente en siervos adictos á la nueva fe; Ursus también habíala profesado desde hacía muchos años. Pomponia sabía que podía contar con la fidelidad de esos sirvientes y al mismo tiempo consolábala el pensamiento de que todos ellos serían otras tantas semillas de verdad, aptas para fructificar en la casa del César.

Escribió también unas cuantas líneas en las cuales colocaba á Ligia bajo la custodia de la liberta de Nerón, Actea. Cierto es que Pomponia no la había encontrado en las reuniones de los confesores de la nueva fe; pero había sabido por ellos que Actea jamás les rehusaba un servicio y que siempre leía con interés las cartas de Pablo de Tarso (San Pablo.) Sabía también Pomponia que la joven liberta llevaba una vida melancólica, que era una persona diferente de todas las demás mujeres de la casa de