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QUO VADIS

sos ojos. Por último, alzando los brazos en un impetu repentino, desprendió los broches que sujetaban sus cabellos y en el instante á impulsos de un ligero sacudimiento de cabeza, cubrióse con ellos como con un manto.

Actea, acercándose á ella, y tocando sus oscuras crenchas, la dijo: —¡Oh! ¡Y qué cabellos los tuyos! No los cubriré de polvo de oro; tienen brillo propio, y unos como destellos áureos y ondulantes. Acaso les agregaré, aquí y allí, un ligero espolvoreo; pero muy leve, levisimo, como un remedo de rayo de sol que hubiera venido á posarse sobre ellos.

¡Maravilloso ha de ser tu pais ligur, ese donde al mundo vienen criaturas tan perfectas!

—No lo recuerdo,—contestó Ligia,—Ursus me ha dicho que entre nosotros todos son bosques, y bosques y bosques...

—Pero brotan gayas flores en esos bosques,—dija Actea sumergiendo la mano en un vaso lleno de verbena y humedeciendo con ella el cabello de Ligia.

Cuando hubo terminado esa tarea, le ungió el cuerpo con perfumados aceites de Arabia y en seguida la vistió con una túnica de color de oro pálido, sin mangas, sobre la cual debía venir un peplo como la nieve blanco. Pero, debiendo arreglarle antes el cabello, púsole entre tanto una especie de vestido amplio llamado synthesis (1) y sentándola en una silla de brazos, la confió por algunos instantes á las manos de dos esclavas, quedando ella á distancia para inspeccionar desde allí los progresos del peinado que aquellas estaban haciendo. Otras des esclavas calzaron los pies de Ligia con unas blancas sandalias bordadas de púrpura, atándolas á sus tobillos de alabastro con cordones de oro cruzados. Cuando por fin se terminó el peinado, le colocaron el peplo, que arreglaron á su cuerpo en leves y artísticos pliegues. En seguida Actea (1) Sintesis, especie de ce pa ó bata de lienzo que se usaba para cenar ó para estar con holgura en casa.