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QUO VADIS

Salud, Marco.

—Dichosos mis ojos que te vuelven á ver,—dijo él;—dichosos mis oídos que escuchan tu voz, para mí más grata que el sonido de laúdes y de cítaras. Si me ordenasen elegir quién debía seguir aquí, en esta fiesta, á mi lado: tú, Ligia, ó Venus, á tí eligiría, ¡oh diosal Y contempló á la doncella cual si quisiera embeberse en su mirada, fundir los ojos de ella en sus propios ojos.

Aquella contemplación deleitosa fué paulatinamente deslizándose de su rostro á su cuello y á sus brazos desnudos, y acariciando sus exquisitas formas. Con los ojos parecía á la vez admirarla, envolverla, devorarla; pero, además del anhelo ardiente, en él irradiaban la felicidad, el amor y un arrebatamiento sin límites.

—Yo sabía que habría de encontrarte en la casa del Césa, prosiguió diciendo;—pero cuando te he visto, ha invadido mi alma tan indecible alegría, como si hasta mí hubiera llegado en ese instante una felicidad completamente inesperada.

Habiendo Ligia recobrado ya sus facultades y comprendiendo que en medio de aquella multitud y en tal casa Vinicio era el único sér que en todo sentido se hallaba cercano á ella, empezó á conversar con él y á preguntarle acerca de todas las cosas que no comprendía y que la llenaban de pavor. ¿Por quién había sabido él que la encontraría en la casa del César? ¿Por qué estaba ella ahí? ¿Porqué el César habíasela quitado á Pomponia? Manifestóle que se hallaba llena de temores en aquel sitio y todo su anhelo era volver á casa de Pomponia. Y moriría de zozobra y de dolor, á no abrigar la esperanza de que Petronio y él intercedieran por ella ante el César.

Vinicio le refirió cómo había sabido solo por boca de Aulio que la habían sacado de su casa. Agregó que ignoraba el por qué de tal traslación. El César á nadie da cuenta de sus órdenes y mandatos. Pero no debía ella abrigar temor alguno. El, Vinicio, se hallaba cercano á ella y así