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QUO VADIS

permanecería. Quería quedar ciego antes que no seguirla viendo; perder la vida antes que abandonarla. Ella era su alma: de ahí el que la guardara con el propio anhelo que á su alma misma. En su casa le erigiría como á una divinidad, un altar, en el cual, le ofreceria mirra y aloe, y en verano cártamo y flor de manzano; y puesto que la casa del César la infundía pavor, prometiale que no permanecería en ella.

Y aún cuando hablaba evasivamente y en ocasiones fingía, en su voz palpitaba la verdad, porque eran sinceros sus sentimientos. Lo dominaba también una profunda compasión, y las palabras de la joven llegábanle tan plenamente al alma, que cuando ella empezó á manifestarle su gratitud, asegurándole cuánto más le querría Pomponia por su bondad y cómo, ella misma, le guardaría eterno reconocimiento de por vida, no pudo Vinicio dominar su emoción y parecióle que jamás, en su vida, le sería posible resistir á una súplica de Ligia.

Sentia verdaderamente enternecido el corazón. La belleza de la joven le embriagaba los sentidos y avivaba sus febriles anhelos; pero al mismo tiempo comprendía cuán querida érale ya esa virgen, á quien podía, en verdad, rendirle culto como á una diosa; y sentía también una irresistible necesidad de hablarla de sus belleza y de los homenajes que á ella tributaba. Y á medida que crecía el ruído de la fiesta, íbase él aproximando á la joven más y más, y diciendo á su oído dulces y amables palabras que afluían desde las interioridades de su alma, palabras resonantes como las harmonías y como el zumo de la vid embriagadoras.

Y á la verdad que ellas embriagaban á Ligia. En medio de todas aquellas gentes extrañas, él ibase acercando á la joven cada vez más amante, abnegadamente fiel, y consagrado á ella con toda su alma. Tranquilizábala; prometiala libertarla de la casa del César y asegurábala que no la abandonaría y estaría siempre dedicado á su servicio. Ade.