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130 HUMBERTO SALVADOR

Se cree en Bengala que es un placer de los dioses ver bai- lar a las mujeres. Ante ellos las deshudan para la danza. Se elevan canciones sexuales hasta el altar, El dios envía en recom- pensa lluvias y abundantes cosechas.

Todos los pueblos arcaicos piensan que la desnudez afianza el éxito de las operaciones mágico-religiosas.

La mente primitiva intuye el alto sentido de la reproduc- ción. Así es como transfigura al sexo en dios.

Los actos rudos de las primeras civilizaciones, se espiritua- lizan en símbolos con el avance de la cultura.

Se regulan las prácticas sexuales en Egipto, Grecia y Roma.

Siria suprime la prostitución prenupcial. En cambio se obli- ga a las mujeres a cortarse la cabellera cuando se casan. Así se las considera entregadas al divino esposo, a semejanza de lo que hacen hasta ahora las monjas católicas.

El ritual mágico religicso de tipo arcaico se reduce, en su mayor parte, a dos clases de operaciones:

a) ritos cuyo objeto es estimular las funciones bienhecho- ras de los dioses; b) ritos de aversión y de duelo.

Al no estar de acuerdo ya los ritos y símbolos sexuales de las religiones primitivas, con los sentimientos propios de cul- turas más desarrolladas, adquieren importancia las prácticas cuyo objeto es conjurar la envidia y celos de los espíritus, dio- ses y otros seres sobrenaturales. Las prácticas consisten en abstenerse de fiestas, mortificar el cuerpo, mutilarse, practicar el ayuno y la castidad. Así se evita la ira de los dioses. Ta- les sacrificios llegan a su grado máximo en el cristianismo.

Los ritos fúnebres aplacan la cólera de dios y ahuyentan al demonio, en casi todas las religiones, sobre todo en la cris- tiana y la hindú. Entre los judíos surge el ascetismo como un medio para evitar la cólera divina.

El miedo a los seres sobrenaturales se extrema en la reli- gión cristiana, cuando reconoce a la castidad como virtud pri- mera. Aparece una gran contradicción del cristianismo: llama a Cristo “divino pez'”, —hay que recordar que el pescado es símbolo del sexo masculino—, y al mismo tiempo, Jice que el sexo es símbolo del demonio. En el fondo el cristianismo iden- tifica sexualmente a dios con el demonio. Tuviera razón el cristianismo si dijera claramente que el sexo es a la vez dios