¡Ay Dios, qué buen caballero...!
Apariencia
¡Ay Dios, qué buen caballero fue don Rodrigo de Lara, que mató cinco mil moros con trescientos que llevaba! Si aqueste muriera entonces, ¡qué grande fama dejara!, no matara a sus sobrinos, los siete infantes de Lara, ni vendiera sus cabezas al moro que las llevaba. Ya se trataban sus bodas con la linda doña Lambra. Las bodas se hacen en Burgos, las tornabodas en Salas; las bodas y tornabodas duraron siete semanas: las bodas fueron muy buenas, mas las tornabodas malas. Ya convidan por Castilla, por Castilla y por Navarra: tanta viene de la gente que no hallaban posadas, y aún faltaban por venir los siete infantes de Lara. Helos, helos por do vienen por aquella vega llana; sálelos a recibir la su madre doña Sancha. -Bien vengades, los mis hijos, buena sea vuestra llegada. -Norabuena estéis, señora, nuestra madre doña Sancha. Ellos le besan las manos, ella a ellos en la cara. -Huelgo de veros a todos, que ninguno no faltara, porque a vos, mi Gonzalvico, y a todos mucho os amaba. Tornad a cabalgar, hijos, y tomad las vuestras armas, y allá os iréis a posar al barrio de Cantarranas. Por Dios os ruego, mis hijos, no salgáis de las posadas, porque en semejantes fiestas se urden buenas lanzadas. Ya cabalgan los infantes y se van a sus posadas; hallaron las mesas puestas, viandas aparejadas. Después que hubieron comido, pidieron juegos de tablas, si no fuera Gonzalvivo que su caballo demanda, y muy bien puesto en la silla se sale por la plaza, en donde halló a don Rodrigo que a una torre tira varas, y con fuerza muy crecida a la otra parte pasaban. Gonzalvico que esto viera, las suyas también tiraba: las suyas que pesan mucho a lo alto no llegaban. Doña Lambra que esto vido, de esta manera le hablaba: -Amad, oh dueñas, amad cada cual en su lugar; más vale mi caballero que cuatro de los de Salas. Cuando Sancha aquesto oyó, respondió muy enojada: -Calledes, Lambra, calledes, no digáis la tal palabra, que si mis hijos lo saben ante ti te lo mataran. -Calledes vos, doña Sancha, que tenéis por qué callar, pues paristes siete hijos, como puerca en muladar. Gonzalvico que esto oyera, esta respuesta le da: Yo te cortaré las faldas por vergonzoso lugar, por cima de las rodillas un palmo y mucho más. Al llanto de doña Lambra don Rodrigo fue a llegar: -¿Qué es aquesto, doña Lambra? ¿quién os pretendió enojar? Si me lo dices, yo entiendo que te lo he de vengar, porque a dueña tal que vos todos la deben honrar.