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¿Quién fué Gregorio López?

De Wikisource, la biblioteca libre.
¿Quién fué Gregorio López? (1906)
de Ricardo Palma
PALMA, Ricardo: Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería. Casa editorial Maucci, Barcelona - Maucci Hermanos, Buenos Aires, 1906. p.117-121.

¿QUIEN FUE GREGORIO LOPEZ?


(Cuestión histórica)


En uno de los tomos de Manuscritos de la Biblioteca de Lima, se encuentra un códice, (en el que, dicho sea de paso, el trabajo del pendolista es sobresaliente) titulado Declaración del Apocalipsis, por Gregorio López, natural de la insigne villa de Madrid. Aunque el autor del manuscrito revela gran ilustración, empiezo por declararme incompetente para juzgarlo como teólogo, materia en que del todo al todo soy profano.

Dicen sus biógrafos, el padre Francisco Losa y el licenciado Luis Muñoz, que el siervo de Dios Gregorio López escribió sobre Cosmografía, Historia, Medicina, Agricultura y otros ramos, del saber humano; y, aunque alguno de sus libros pudiera hallarse á nuestro alcance, no son el sabio ni las producciones de su ingenio los que hoy nos impulsan á borronar cuartillas. Es el hombre quien despierta nuestra curiosidad ¿Quién fué ese Gregorio López, colombroño del afamado jurista comentador de las Partidas?

¿Fue, realmente, como muchos opinan, un hombre nacido para ser monarca legítimo de España y de las Indias, y que prefirió a tan humana grandeza la existencia del sabio y del eremita, alcanzando a morir, en América, en olor de santidad?

Tal es el tema que ponemos sobre el tapete de la discusión, principiando por dar rapidísima idea del personaje.

Muñoz, en su libro impreso en Madrid en 1657, dice que Gregorio López nació en la coronada villa del oso y el madroño, en 1542: que fue bautizado en San Gil, parroquia del Alcázar Real; que, en América, á nadie. dijo jamás quiénes fueron sus padres; que rehuía hablar de su linaje y familia; que, en sus treinta y cuatro años de residencia en México, nunca escribió cartas a sus deudos de España; y que, en la distinción y cultura de sus modales, se revelaba el hombre de esclarecida alcurnia.— Mi patria es el cielo y mi padre es Dios— fue la respuesta que diera en una ocasión, para satisfacer la impertinente curiosidad de un magnate.

Sería de veinte años a lo sumo, dice el padre Losa, cuando desembarcó en San Juan de Ulúa, y al llegar a Veracruz repartió de limosna entre los pobres todo su equipaje, estimándose sólo la ropa blanca en ocho mil cuatrocientos reales. Equipaje de príncipe para aquel siglo en que todo español, exceptuando los que venían con cargo público, traía una mano atrás y otra adelante. A Indias sólo se venía en pos de la madre gallega.

Llegado á la capital de México estuvo, por pocos meses, sirviendo como amanuense á dos escribanos, pues era hábil calígrafo y poseía tres ó cuatro formas de letra. En breve, separóse de los cartularios, y descalzo, sin sombrero, cubierto por un grosero sayo, anduvo peregrinando entre los chichimecas. Al fin, á los veintiún años de edad, adoptó la vida eremítica, en Santa Fe, distante dos leguas de México, donde murió en 1596, á los cincuenta y cuatro años de edad.

Treinta años más tarde (1625) el rey don Felipe IV mandó á México, con el carácter de virrey, á don Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo, recomendándole muy mucho que recogiese y enviase á España las obras escritas por el Venerable siervo de Dios Gregorio López, de cuya beatificación y canonización se ocupó con empeño aquel monarca, según lo testifican una carta que dirigió á Urbano VIII, otra al marqués de Castel-Rodrigo, embajador de España en Roma, y otra al cardenal Barberino, deudo del Pontífice, documentos fechados en Mayo de 1636, y que á la vista tenemos.

Por supuesto que, en los dos libros Vida del Siervo de Dios, (y que en la Biblioteca de Lima se encuentran), se ocupan largamente los devotos biógrafos de las luchas que su héroe sostuvo contra las tentaciones del demonio, de las visitas con que los ángeles lo favorecieron, de su ascetismo y penitencia, del cómo hizo la conversión de grandísimos pecadores, de lo« infinitos milagros que practicó antes y después de su muerte, y por fin aseguran que tuvo ciencia infusa, lo que es mucho asegurar.

Don Alonso de la Mata y Escobar, obispo de Tlascala; el agustino don fray Gonzalo de Salazar, obispo de Yucatán; don Juan Bohorques, obispo de Guajaca; don Juan Zapata y Sandoval, obispo de Chiapa; don fray Domingo de Ulloa, obispo de Michoacan; y fray Pedro de Agurto, obispo de Cebú, así como el padre Rodrigo de Cabredo, superior de los jesuítas, y otros varones eminentes contemporáneos de Gregorio López, trasmitieron á Roma entusiastas informes sobre la austeridad penitente, ejemplares virtudes, clarísima inteligencia y demás prodigiosas dotes del candidato a santidad.

Ocupándose del manuscrito que sobre el Apocalipsis poseemos, dice el padre Francisco Losa que, por encargo del autor, lo puso en manos del inquisidor Bonilla para que éste lo censurase, y que después de consultarlo con muchas personas doctas, le acordó su beneplácito para que corriese libremente. Entonces se sacaron copias, y el original fué llevado a Filipinas de donde desapareció. Pero Gregorio López, que conservaba el texto en la memoria, lo escribió nuevamente, corriendo este manuscrito la misma suerte que el otro.

El virrey de México, y más tarde del Perú, don Luis de Salinas, lo hizo buscar para remitirlo á España; pero se ignora si consiguió ó no recobrarlo.

¿No podría el manuscrito que existe en Lima ser uno de los primitivos?

En cuanto á un libro sobre medicina y propiedad curativa de varias plantas indigenas, que compuso López, el virrey marqués de Salinas trajo a Lima una copia, que es probable hallemos algún dia entre los mamotretos del Archivo Nacional. En Madrid existen otras, y en México se conserva el original, escrito, según lo afirma Losa, en letra muy pequeña, muy legible, muy hermosa, muy igual, bien formada y llena de la tinta que a la primera vista parece de molde.

El libro histórico Cronología hasta la época de Clemente VII, quedó en poder del padre Losa, amigo y primer biógrafo de Gregorio López, quien dice, en su elogio, que mucha gente docta le pidió encarecidamente permiso para sacar traslados. Ignoramos si se conserva O ha desaparecido este manuscrito.

Pasemos á otro orden de noticias personales sobre Gregorio López.

El general y literato Vicente Riva Palacio, en México A través de los siglos, dice:— «Popularizada creencia fué que Gregorio López era el príncipe don Carlos, hijo de Felipe II, cuya historia es tan conocida. Refiere la tradición que el monarca español, queriendo deshacerse de su hijo, encargó la ejecución del asesinato a un hombre que, condolido de la juventud y desgracia del príncipe, convino en salvarle la vida bajo la condición de que juraría solemnemente trasladarse a Indias, cambiar de nombre y no revelar a nadie su secreto. Ha prestado alimento a esta tradición, además de la vida misteriosallevada por Gregorio López en México, la circunsitancia de que, en un retrato suyo, hizo poner esta divisa o lema Secretum meum mihi—No puede afirmarse que Gregorio López fuera realmente el infante don Carlos; pero tampoco, en medio del misterio que rodea la memoria de aquel príncipe infortunado, puede asegurarse que no lo fuera. Si »hay documentos que prueban que el hijo de Felipe II murió desastrosamente en Madrid, también los reyes y sus favoritos han sabido suponer documentos para ocultar crímenes.

De Gregorio López se dice que nació en Madrid en 1524 y que llegó á México en 1562, fechas que, con leves diferencias, coinciden casi con la edad y desaparición del príncipe.

Incontrovertible verdad histórica, por ser la única en que están conformes los historiadores que de Felipe II y del infante don Carlos se ocupan, es que el príncipe era un muchacho sin seso y enemigo de leer e instruirse. A primera vista parece este argumento de fuerza bastante para destruir la popular creencia mexicana de que el ignorante don Carlos y el sabio Gregorio López fueron una sola personalidad; pero si aceptamos que el Espíritu Santo ilumina a quien iluminar le place, y que, en un guiñar de ojos, torna en pozo de sabiduría al más estúpido pelgar, bien pudo el hijo del rey Felipe adquirir ciencia infusa al pisar tierra de América.

A la vista tenemos un retrato de Felipe II, a la edad de cuarenta años, y el de Gregorio López á la de cincuenta y cuatro: y a fe que, entre el Demonio del Mediodía y el misterioso personaje de México, hay rasgos fisonomónicos de familia. La objeción más sólida que se ocurre para combatir la popular creencia, es que la desaparición ó muerte del príncipe fue en 1568, y que ya desde 1562 Gregorio López habibaba México. Pero el pueblo, que toma apego á todo lo fantástico y romancesco, no se da por vencido ante tal argumento, y responde culpando á los biógrafos del siervo de Dios de haber adelantado en seis años la llegada del personaje a Veracruz. No es inverosímil una equivocación de fechas.

La investigación histórica no ha dicho aún su última palabra sobre el hombre de la máscara de hierro de la isla Margnrita, ni sobre si Gabriel de Espinoza, el famoso pastelero de Madrigal, fue un impostor o fue realmente el mismísimo rey don Sebastián. A semejanza de éstos, hay en la historia abundancia de puntos obscuros e indescifrables.

Como mi amigo Riva Palacio, ni acepto ni rechazo la idea de que en Gregorio López estuviera encarnada la personalidad del príncipe don Carlos. Carezco de pruebas decisivas para optar por uno ú otro extremo, y limitóme proponer la cuestión como tema curioso y digno de ser atendido por los aficionados á estudios históricos.